“Un caballero de pelo blanco y piel bronceada ocupa el lugar de la
ventanilla. Saco azul, camisa a cuadros y pantalón beige completan la estampa.
Todos indicios de una madurez bien llevada. Él también me mira con desconfianza,
pero ninguno de los dos hace el intento de saludar. Sobre sus piernas diviso la
abultada edición dominical del Frankfurter
Allgemeine Zeitung que amenaza con desplegar durante el vuelo. No sé por
qué, pero hay algo en su mirada, en su forma de sentarse y de cruzar las
piernas, que me desagrada...”